Aunque no lo creas, tú y yo somos muy parecidos. En mi casa solo se hablaba español, no crecí hablando dos lenguas en casa y no tengo un don para hablar idiomas. Mi primer contacto con el inglés fue cuando una compañera de clase trajo la letra de la canción de las Spice Girls para preparar una coreografía de fin de curso.
Desde pequeña he estado interesada en otros idiomas y culturas. Mi madre, ni corta ni perezosa, decidió apuntarme a clases de inglés dos veces por semana porque era una visionaria de mediados de los 90. Recuerdo coger el diccionario y una hoja de la academia de inglés y traducir palabra por palabra porque no entendía nada, pero en vez de aburrirme y frustrarme, descubrí que me gustaba encontrarme con palabras nuevas. Cuantas más palabras nuevas, más sabía inglés. ¡Ilusa de mí!
Lo que nunca me explicaron en la academia es que hay que hablar el inglés y pronunciar esas palabras juntas en frases coherentes para poder comunicarte en este nuevo idioma. Además, me daba vergüenza porque pensaba que mis 8 compañeras de clase se reían de mi pronunciación o temblaba porque no quería equivocarme delante del profesor. Por eso, comencé a practicar en casa delante del espejo: imitaba la pronunciación en las canciones, me descargaba la letra y luego las cantaba todas, muy a pesar de mis vecinos. También le decía a mi madre que me comprara libros en inglés, cuadernillos y todo lo relacionado con inglés lo tenía que tener yo. Mi madre me compró un estuche con la imagen típica de Londres, una papelera para mi habitación con la Estatua de la Libertad, un cuadro con el skyline de Chicago y a los 16 años me fui por primera vez a estudiar a Irlanda durante un mes con una beca.
A pesar de ser una de las alumnas con mejores notas en inglés…¡no entendía nada! Hablaban muy rápido para mí y apenas podía juntar dos frases con sentido, hice el ridículo cuando intenté darle dos besos a mi host mum o cuando intenté subir al asiento de copiloto por el lado izquierdo y todo me resultaba tan extraño que durante los dos primeros días solo lloré. Con la paciencia de las llamadas a cobro revertido a mi familia y mis ganas de absorber todo lo que pudiera, me armé de valor y junto con el resto de españoles que me encontré por el camino el mes pasó volando.
No solo quería saber la gramática inglesa, quería conocer su cultura, sus costumbres, sus acentos, sus bromas, sus coletillas, sus hábitos a la hora de comer y cenar…Todo esto me empujó a saber más y más inglés y ese viaje a Irlanda fue el primero de muchos. Viajaba en verano a hacer cursos de inglés en países como Canadá, Estados Unidos, Inglaterra y durante el curso académico seguía estudiando.
A los 18, ya estaba estudiando la licenciatura de Traducción e Interpretación. En el tercer año de carrera pude hacer mi “Erasmus” en Alfred, en el estado de Nueva York. En el último año de carrera, me dieron una beca para ejercer como auxiliar de conversación en Bellevue, Seattle durante un año y a los 23 me embarqué en una empresa norteamericana para liderar actividades de entretenimiento para niños y jóvenes adolescentes. Cuando decidí que había viajado lo suficiente (nunca es suficiente, que no os engañen) conseguí un trabajo como coordinadora académica en una reconocida academia de inglés en España. A estas alturas, ya me consideraba bilingüe. No sólo lo dicen mis certificados de inglés, sino la fluidez con la que me manejo en inglés y español.
Como ves, yo también he tenido miedo y he pasado vergüenza cuando empecé en esta aventura de aprender inglés. Entiendo cómo te sientes, entiendo que es un proceso difícil y por eso sé que puedo ayudarte. No te puedo prometer que acabes hablando inglés como un nativo en tres meses porque eso es imposible. Esto es una aventura muy bonita que me encantaría que la vivieras con ilusión y con las ganas de conseguir poder comunicarte en inglés.
Yo nunca he dejado de aprender inglés, nunca he dejado de conocer a gente de todo el mundo, nunca he dejado de enamorarme de situaciones o personas que me vinculen más al inglés. Porque, lo creas o no, no importa lo que pagues por tu academia, ni los años que lleves estudiando inglés, ni las veces que hayas practicado la pasiva en inglés, lo que importa es tu motivación y tus ganas de superarte cada día. Ahora quiero que seas tú quien se enamore del inglés.
Con nuestras clases en grupos reducidos podrás poner en práctica toda la gramática que tienes acumulada en la cabeza pero que no consigues entender y dominar para hablarla como haces en tu idioma materno.
Fani dice
Qué historia tan bonita 🙂 felicidades por todo lo conseguido